Diez plantas me observan mientras escribo estas líneas. Un culantrillo, un bambú, dos tréboles de hoja morada, tres especies de cactus y tres más que debo investigar sus nombres ya que debo admitir mi ignorancia. Mi mamá siempre tuvo plantas en casa y supongo que el amor que les tenía era recíproco, pues hasta el día de hoy toda planta que vive en esa casa prospera de manera formidable. Sobre todo en la cocina, una mezcla del calor hogareño, los rayos del sol que entran por la mañana de una manera mágicamente precisa o simplemente la buena energía que flota por allí hacen que florezcan las violetas más hermosas que he visto en mi vida, no les estoy mintiendo.
El hábito de tener y cuidar plantas lo heredé de ella. Desde los primeros años de universidad la soledad casi que me obligó a aprender a tener plantas. Sin embargo, después de algunas trágicas muertes, aprendí que no es solo cuestión de tenerlas sino de cuidarlas, todos los días. Y no solo eso, también les gusta la música y que les hables. En otro ensayo hablo acerca del espíritu y como ese concepto nos une a todos los seres vivos. Esa creencia y los buenos hábitos aprendidos en casa desde pequeño, me han convertido en un cuidador de plantas decente.
Por lo menos el esqueje de bambú aún sigue vivo.
Ese hábito de cuidar plantas, me hace pensar en la profunda relación que tenemos con nuestro planeta. Aquel amor por la naturaleza fue el que me llevó a estudiar ingeniería en medio ambiente. La oportunidad de estudiar a profundidad sobre nuestra interacción con el mundo natural me hizo pensar más allá de ese inocente cariño por las plantas adoptado desde pequeño. Entendí que vivimos en una hermosa y compleja simbiosis de interacciones entre plantas y animales que han permitido sostener la vida de maneras inimaginables, durante millones de años. Ingenuamente, en esos primeros años de romántico idealismo, creía que podíamos salvar al planeta de nosotros mismos. Luego, cambie radicalmente mi visión del futuro de nuestro planeta, pero esa en cambio era una visión demasiado desesperanzadora y pesimista. Ahora, por fortuna, digamos que soy centro ambientalista para los que les gusta ponerle una etiqueta a todo. Ha vuelto tímidamente la esperanza. Sin embargo, es de suma importancia que absolutamente todo el mundo ponga de parte y quizás, solo quizás, podamos hacer algo para cambiar el desenlace de la historia de nuestra especie.
A Pale Blue Dot (Un Punto Azul Pálido). Con ese nombre le bautizaron a esta fotografía de nuestro planeta Tierra tomada por la sonda espacial Voyager 1 en la década de los noventa. Fue tomada a seis mil kilómetros de distancia y ha sido seleccionada como una de las diez mejores fotos científicas de la historia.
Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestro hogar. Eso somos nosotros. En él, todos los que amas, todos los que conoces, todos de los que alguna vez escuchaste, cada ser humano que ha existido, vivió su vida. - Carl Sagan
Nuestro planeta es increíble. Una piedra suspendida en el espacio que ha dado vida y sustento a billones de especies desde su formación. Hace dos millones de años aparecimos nosotros, una especie de mono desnudo que se convertiría en una gran molestia para el, una especie que ha jugado a ser Dios y terminamos siendo la catástrofe misma. Como una caries que va comiendo la superficie del diente. Todos sabemos lo que pasa cuando no la tratamos a tiempo, las consecuencias suelen ser dolorosas y desagradables. Por esa razón es mejor prevenir que sufrir después.
Es este sentido creo que no hace falta ser negativo o pesimista para decir que nuestra única opción es corregir nuestro rumbo y hacer las cosas de mejor manera, respetando nuestro planeta y honrando su capacidad de darnos la vida. Los efectos del cambio climático se sienten todos los días en todos los rincones del mundo y los que lo negaban ya no saben como seguirlo haciendo. El clima está impredecible en todo el mundo y lo sabes. Los ecosistemas naturales están cada vez más amenazados por la sobrepoblación y la depredación salvaje para crear más y más productos desechables. El consumismo está peor que nunca y el internet junto con la globalización han creado una fuerza imparable en la que puedes comprar una consola de videojuegos a miles de kilómetros de distancia desde tu teléfono. Esa consola luego viaja otros cientos o miles de kilómetros en barco o avión hasta la puerta de tu casa. No olviden que esa consola de videojuegos lleva en su interior metales como cobre y oro que fueron minados a otros miles de kilómetros por niños y niñas que trabajan en condiciones cercanas a la esclavitud. Pero repito, no quiero ser pesimista, después de todo el planeta ha estado millones de años antes que nosotros y estoy seguro que nos sobrevivirá por otros millones más.
Tampoco quiero ser otro más que les da consejos de reciclaje y como doblar tus cartones de leche para minimizar el espacio que ocupan - sé que están en perfecta capacidad de hacer eso ustedes mismos, si les interesa. No, mi objetivo es crear conciencia y dejar claro lo siguiente:
En este punto, nuestra opción se ha convertido en una amenaza educada, sutil, como aquella que alguna vez profesó el padrino, Vito Corleone, el mítico personaje de Mario Puzo - el planeta nos esta haciendo una oferta que no podemos rechazar.
O cambiamos o nos hundimos, todos, juntos, como especie.
ED
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