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Writer's pictureEsteban Darquea Cabezas

Sangre de mi Sangre

Updated: Jul 14

La tristeza, aparentemente, ha sido una de las llaves que deja fluir las palabras. Me siento. Lloro. Me paro. Siento que se me acaba el aire. Vuelvo a llorar. Me siento. Me paro. Lloro.


Antes de ayer, después de varios años, llevé un viejo videocasete en formato VHS a un lugar donde digitalizan estos videos para poder visualizarlo en el ordenador y subirlo al internet. Corría el año 1989 cuando fueron grabados esos videos de nuestra vida en Washington DC. Carreras de atletismo de mi papá. Un paseo familiar por la antigua ciudad de Williamsburg. Un parque de diversiones con mis abuelos de visita desde Ecuador. Una tarde de juegos con una niña de mi edad, compañera de mi guardería. A pesar del divorcio de mis papás, siempre fui agradecido de tener una infancia feliz. Tanto así, que cada oportunidad que tenía de ver videos antiguos o fotos de esas épocas eran aprovechadas al máximo. Podía pasar horas de horas viendo los álbumes de fotos ordenados en orden cronológico a la perfección en los estantes de madera en la sala de estar del departamento de toda la vida.


Hoy. Justo hoy, me llegó un mensaje de texto — su video está listo, puede pasar a retirarlo antes de las 7PM — Justo hoy. Maldito día. Fui al centro, el característico sol de la sierra ecuatoriana estaba más bravo que nunca. Un par de cuadras antes de llegar me encontré con la sorpresa de que una de aquellas iglesias preciosas del centro histórico estaba abierta. Llevo diez años viviendo en esta ciudad y curiosamente nunca había entrado a esa iglesia en particular.


Hoy, justo hoy, estaba abierta.


Entré.


Me senté en silencio en una de las primeras bancas para no interrumpir a las devotas que se encontraban orando en las filas delanteras.



Siempre pedía para que cuidara de mi sobrino. Sangre de mi sangre. Rabia. Enojo. Insultos. Impotencia. Tantas cosas juntas que llegan de golpe, como aquellas lluvias tropicales que caen el rato menos pensado. Estaba manejando después de retirar la memoria de almacenamiento digital donde habían descargado el video en cuestión. Momentos felices grabados hace más de treinta años que quería llegar a compartir con mi familia de inmediato. Pensaba en que sería una linda sorpresa para interrumpir la rutina del día a día de todos.


El sorprendido, sin embargo, fui yo. Mientras manejaba pude ver que mi hermano mayor me había llamado. Debo haber estado caminando por las atestadas calles del centro y por eso no había contestado. Dos llamadas perdidas. Instinto, sexto sentido, como lo llamen, ver esas dos llamadas perdidas de mi hermano me erizó la piel. Recuerdo que él — persona estoica y directa toda su vida — fue quien me dio noticia de la muerte de mi abuelo Rodrigo y de nuestra mamá Andreita mientras yo estaba en otro país cursando la universidad. Un escalofrío recorrió mi columna mientras le devolvía la llamada.


Y así, un día, de la nada, empiezan a suceder cosas que jamás pensaste que te sucederían a ti. Ese golpe de realidad es tremendo. Quiero buscar consuelo. Todo es muy fresco. Me acuerdo de la visita a la ciudad de Leon, Guanajuato, en México. Ahí nació mi sobrino, Diego José Darquea Juris. Viajamos con mi mamá a visitar al recién llegado a este mundo. Era el año 2001. Septiembre. Nunca lo olvidaré pues el ataque terrorista a las torres gemelas en Nueva York causó pánico en todo el mundo. Aeropuertos cerrados. Caos generalizado. Miedo. Tuvimos que alargar nuestra estadía algunos días hasta que finalmente nos permitieron volver a Ecuador. Unas pepas negras en lugar de ojos, una boca pequeña y una nariz de botón por debajo de un cabello color de miel, arropado por un pijama amarillo patito. Esa foto quedará estampada en mi retina para siempre.


— Gracias por todo, te amo mucho — fue su último mensaje registrado en mi celular. Siempre le pedía que tenga mucho cuidado con las motos. Imagino que lo mismo me piden a mi cuando ven que peleo con otras personas todos los días. Pero para eso esta la familia ¿no?, para cuidarnos unos a otros a pesar de la distancia. Sangre de mi sangre. Lobo. Manada. Lealtad incondicional.


Creo que para soportar la existencia las personas tenemos diferentes mecanismos. Algunas personas necesitan menos tiempo que otras. Algunas personas viven más en veinte años que la mayoría lo hace en cien. En ese sentido, mi enano lindo, estoy seguro que nos sobreviviste a todos.


Gracias por elegirme como tu tío. Me quedaré para siempre con tus mensajes cortos pero cariñosos y el impresionante parecido con tu papá, mi hermano. Pero sobre todas las cosas, te admiro porque viviste la vida bajo tus términos y eso creo que es lo mejor que uno puede hacer.


Te pido que cuides de todos quienes nos han antecedido en ese viaje hacia el infinito.


Te pido que me esperes para que me enseñes a perder el miedo a la velocidad.


Te pido que me esperes para que podamos luchar entre las nubes.


Te pido que me esperes para que podamos compartir el tiempo que — por una variedad de razones — no compartimos en este plano terrenal.


Yo también te amo mucho DJ.


Tu tío,


ED.

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1 Comment


Guest
Jul 14

Hermosas palabras, Esteban. Te mando un abrazo.

Cuqui

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* Las opiniones expresadas en este Blog son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de COHAB Ecuador.

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