Hace algunos días dos mujeres afroecuatorianas lograron unir a un pequeño país latinoamericano, desgarrado por la corrupción, la pobreza y la falta de integridad de sus gobernantes durante décadas. Un país de hombres y mujeres de hormigón como reza una estrofa de la obra de Juan Fernando Velasco, Yo nací en este país, ganadora de un premio Emmy. Neisi Dajomes y Tamara Salazar lograron, aunque sea durante unos instantes, despertar ese samurái que vive dentro de todos nosotros - uso al samurái como ejemplo dado su inherente espíritu guerrero y su místico simbolismo de valentía, disciplina y honor.- Una de las virtudes de los deportes es justamente eso. Nos eleva a todos, como tribu, a ese espacio efímero de la victoria, de conseguir los objetivos, de vencer al oponente, pero sobre todo, de aprender a vencernos a nosotros mismos.
La victoria es momentánea. Ganar es ingrato. La cumbre es efímera. Por esta razón tengo un enorme respeto por los andinistas. Aquellos seres que invocan el sufrimiento y lo derrotan, una y otra vez. La cantidad de gente que ha muerto en camino a las grandes montañas del mundo es inmenso. Sin embargo, a pesar de ello, miles de hombres y mujeres lo siguen intentando, llegan a las cumbres y durante breves segundos... se quedan ahí, en silencio. Y casi que enseguida emprenden el camino de regreso, imagino que algunas veces pasan al lado de sus compañeros caídos, muertos en el intento por llegar y disfrutar esa efímera cumbre.
Y, pues, lo que a la final te sirve no es el trofeo, ni la medalla, ni la cumbre, ni la alegría que diste a millones de personas. Lo que te sirve en ultima instancia es la transformación que sufres durante el proceso. El sufrimiento, el dolor y el cansancio destruyen tu ego, lo pisotean y lo entierran. De esas cenizas nace un ser renovado, más sabio, más fuerte. Grandes maestros que he tenido en las artes marciales mencionan este tema constantemente. Estoy seguro que Neisi, Tamara, Alfredo, Richard y todos esos ecuatorianos que nos representan en el pináculo de los deportes - los juegos Olímpicos - quisieran dejar una lección valiosa a todos nosotros: que aprendamos a disfrutar el proceso y reconozcamos la transformación que causa el mismo. La persona que empieza una tarea difícil, no es la misma que termina. Repitan conmigo: la persona que empieza una tarea difícil, no es la misma que la termina. Si solo te concentras en la meta te pierdes de una enorme cantidad de momentos que nos van enseñando y guiando hacia nuestro objetivo. Nos perdemos en lo efímero, en lo pasajero, en la medalla, en el certificado, en el título, en el trofeo.
Factor de Estrés Cualquier elemento que nos saque de nuestra zona de confort durante el entrenamiento, que pueda ser controlado por nosotros y simule escenarios competitivos.
Una de las tareas mas gratificantes como profesor, desde mi perspectiva, es observar de cerca esa transformación. Cruzan esas dos puertas de vidrio de la academia personas fuera de forma, con el auto estima por el piso y ningún sentido de respeto hacia ellos mismos. Mágicamente, después de algún tiempo, se empieza a palpar la transformación que tiene lugar en cada uno de ellos. De la misma manera en que la oruga se vuelve mariposa, esos seres se vuelven irreconocibles. Les salen dientes, se vuelven peligrosos. Descubren el potencial que llevan dentro y al mismo tiempo aprenden a controlarlo. Paralelo a la confianza también aumenta el respeto hacia otras personas, la disciplina y la empatía. Se vuelven individuos virtuosos.
Hace un tiempo leí las palabras de un entrenador que decía que si no compites eres un perdedor. Discrepo con esas palabras y peor aún si salen de un supuesto líder que influye en cientos de personas. En nuestra academia tenemos muchos alumnos que no compiten y aquello no significa que no pueden cosechar los frutos de estudiar el jiu jitsu. La competencia a fin de cuentas es solo una excusa para que cada individuo pueda apuntar a su mayor potencial como ser humano. En las semanas previas a una competencia, suelo proponer a mis alumnos que imaginen la posibilidad de que el torneo se suspende inesperadamente. Entonces les digo que se evalúen y miren el crecimiento que han tenido como atletas y personas a raíz de ese arduo entrenamiento. Es entonces cuándo se dan cuenta del poder del proceso en sí y aprecian la disciplina que desarrollan gracias a su dedicación a un objetivo, más allá de la medalla. Soportar un campamento de competencia en nuestro equipo sin duda los obliga a salir de su zona de confort durante por lo menos seis semanas. En ese lapso de tiempo sucede la transformación - el factor de estrés que representa la competencia en sí es un poderoso catalizador de crecimiento personal. Sin embargo, lo más importante es aprender a competir contra el oponente más duro al que cualquiera se ha enfrentado: uno mismo.
Eres el potencial que llevas dentro. Paradójicamente, ese tú que esta leyendo esto, es al mismo tiempo, todo ese potencial que está atrapado y quiere salir. La competencia - en cualquier ámbito en el que se desarrolle - debe ser solo contigo mismo. Tienes que ser capaz de compararte con el tú de ayer, con nadie mas. Cuando entiendes eso, te haces invencible.
ED
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