Que sea lo que Dios quiera.
Seguramente han oído esa frase. Algunas personas quizás interpretan estas palabras como resignación, otras a lo mejor las ven como una manera sencilla de justificar ciertos acontecimientos que pasan en la vida. Yo, sin embargo, aprendí de mi mamá que estas palabras nos ayudan a aceptar— más que justificar — la vida. Siempre he debatido entre la religión y la espiritualidad, dos términos confusos pero que a fin de cuentas ayudan a las personas a darle cierto sentido a los días. Me críe católico, me bautizaron e hice la primera comunión, no voy a misa, doy gracias por la comida de cada día y trato de ayudar a las personas cuando se puede. Busco ser un poco mejor cada día con las cartas que me tocan y eso en gran parte es gracias a mamá.
Hoy mi mamá cumple setenta y cuatro años. Tres cuartos de siglo llenos de altos y bajos, aunque ella siempre fue una verdadera artista para minimizar los bajos y resaltar los altos, algo por lo que siempre estaré agradecido. Me gustaría botar la casa por la ventana, lanzar fuegos artificiales por lo alto del cielo y decorar las calles de colores para honrar cada día, cada año de su existencia, no solo su cumpleaños. Sin embargo, la conozco bien y sé que prefiere estar en casa, acompañada de gente querida, un juego de cartas, un café con leche y unas picaditas. Soy igual a ella en ese sentido, y por eso la entiendo perfectamente. Con saber que mis hermanos y yo estamos con bien, basta para hacerla feliz en su cumpleaños o cualquier otro día del año. El amor de madre es una cosa de locos, algo inexplicable.
Dios — como sea que ustedes conceptualicen esa palabra — nos pone obstáculos y retos al frente, de la misma manera en la que nos pone regalos. Y si algo he aprendido de mi mamá es eso: aceptar lo bueno y aceptar lo malo. Y en realidad, eso es lo único que está bajo nuestro control. Aprender a hacer lo mejor posible con las cartas que se nos reparte, caso contrario, nos condenamos a vivir plagados de resentimiento, amargura y una constante revictimización. Y si en esta mano nos va mal, solo barajamos de nuevo y seguimos intentando.
A menudo leo que las personas hablan de que sus mamás son perfectas, ¡Tremendo peso que les ponen encima a sus pobres madres! Yo no sé si la mía sea perfecta, ¡Pero demonios! ¿Quién lo es? Solo sé que es mi mamá y hoy solo quería expresar mi amor, admiración y respeto por ese maravilloso ángel que tengo — aunque a veces falten las palabras.
¡Feliz cumpleaños y feliz vida mamá!
ED
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