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Writer's pictureEsteban Darquea Cabezas

Legado

Faros de Carne y Hueso


Todos necesitamos un faro. Como los barcos que buscan esa luz, por más espesa que sea la neblina, con ciega esperanza de vislumbrar ese tenue brillo entre la espesa bruma, para encontrar su camino de regreso.



Ocasionalmente la vida nos patea, nos derriba y busca la manera de mantenernos allí abajo, con sus manos en nuestro cuello, apretando con todas sus fuerzas. Son golpes duros, como de la ira del mismo Dios. Pero hay personas que a pesar de esos golpes, se reconfiguran y cogen una fuerza - sobrenatural si me lo preguntan - para despegar y alcanzar alturas sin límites, con el impulso de aquello que derrotaría a cualquier otro ser mortal. Las águilas. Esas majestuosas criaturas no se esconden - como otras aves - cuando hay una tormenta. Las águilas suben, vuelan más alto, sobre esas nubes espesas y grises hasta llegar al sol.


Mi hermano mayor, Gustavo Alberto Darquea Cabezas, es un faro en el cual he confiado para rectificar rumbo en varias ocasiones - más de las que puedo recordar sin duda alguna. Una ética de trabajo envidiable, un sentido del humor fenomenal, un carácter resiliente digno de un gladiador romano y sobre todo, la disciplina para llevar una vida de salud y paz. Estos elementos los he copiado - o intentado al menos - desde que tengo uso de razón. Y es que cuando tenía yo apenas doce años, mi hermano ya tenia su familia y un trabajo estable en el mundo de las finanzas. Terno y corbata todos los días, responsabilidades de adulto y dueño de una facilidad envidiable para absorber conocimientos del mundo de los negocios que hasta el día de hoy he visto en alguien más.


Un hombre de hierro de la vida real. El Ironman es una competencia complicada - física y mentalmente - en la que se pone en juego absolutamente todo. Mente y cuerpo deben trabajar en conjunto para superar una impresionante suma de aproximadamente doscientos veinticinco kilómetros - donde se involucra la natación, el ciclismo y una maratón. No sé estimados lectores, si ustedes son de los que salen a correr - por diversión o simple disciplina. Pero algunas veces hasta el primer kilómetro puede convertirse en una verdadera odisea, sobre todo si no están acostumbrados a la actividad. Imaginen doscientos veinticinco kilómetros sin parar. Mi hermano lo hace constantemente, además, no los hace para "ver si puedo terminar la prueba". Los hace con el objetivo de mejorar su rendimiento cada vez. Ejemplo de tenacidad pura.


"...El reconocimiento pertenece al hombre que está en la arena, con el rostro desfigurado por el polvo y el sudor y la sangre; quien se esfuerza valientemente; quien yerra, quien da un traspié tras otro, pues no hay esfuerzo sin error ni fallo; pero quien realmente se empeña en lograr su cometido; quien conoce grandes entusiasmos, las grandes devociones; quien se consagra a una causa digna..." El hombre en la arena - Theodore Roosevelt

A sus cincuenta años parece de veinticinco en una época en la que los jóvenes de veinte parecen ancianos. Producto de esa disciplina que es ingrediente indispensable para lo que sea que queramos hacer en esta vida. No importa si nuestras metas son tener dinero, hacer lo que amamos o viajar por el mundo; debemos cultivar la disciplina que nos llevará a crear hábitos que servirán de base para cumplir esas metas. Créanme, funciona. Disciplina sobre motivación- y sobre cualquier otra cosa en realidad. Diez de cada diez veces.


Existe una época en la vida donde la tentación de drogas, fiestas y descontrol absoluto reinan por encima de la cordura y las buenas decisiones. Mi hermano me aconsejó - a menudo de una manera incómodamente directa - pero que funcionó para encarrilarme nuevamente hacia rumbos positivos. De la misma manera en la que un cirujano corta las capas de piel durante una intervención, para salvar la vida de un paciente en la sala de emergencias. Directo, sin dudas y sobre todo con el pulso firme, a pesar de todo el caos que hierve alrededor en esos momentos. Ese es mi hermano.


El legado es aquello que transmitimos a nuestros sucesores. Creo que convertirnos en faros de carne y hueso puede - y debería ser - nuestra misión en este poco tiempo que tenemos en esta Tierra. El dinero puede dejar de existir y las cosas materiales se destruyen tarde o temprano; pero la caballerosidad, la disciplina, la honestidad y la generosidad - por nombrar unos pocos - son tesoros que no tienen precio y que deben ser transmitidos de la única manera en la que dejan huella - a través del ejemplo.


Sigue brillando ñaño - eres un faro, y ten por seguro que estos son muy escasos hoy en día, pero muy necesarios para ayudar a muchos a regresar a tierra firme.


ED


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