Todos necesitamos sentirnos parte de algo que trascienda nuestro tiempo aquí en la Tierra. Así como los lobos dentro de una manada. Cada individuo es igual de importante que la manada en su totalidad.
La fuerza del lobo es la manada, la fuerza de la manada es el lobo.
Las primeras tribus que se conocen aparecen en el periodo neolítico. En ellas existe una interacción simbólica entre grupos humanos que permite la socialización y la perduración de valores a través del tiempo, que se mantienen de generación en generación.
Desde el 2004 hasta el 2010 me formé como Ingeniero en Medio Ambiente y Recursos Naturales en la Universidad de Viña del Mar. Poca gente tiene una vocación clara desde la infancia, como aquel niño que juega a ser médico con el estetoscopio de su padre o esa niña que arropa y atiende animales pequeños para terminar siendo veterinaria. Es complicado saber a ciencia cierta qué quieres hacer de tu vida a los dieciocho años, así que lo mas natural es hacer caso a personas mayores que te aconsejan y te guían, y esa fue la razón principal de entrar a estudiar esa carrera. Fue quizás en segundo o tercer año que se me ocurrió cambiarme a estudiar algo más, pero esa idea se desvaneció pronto. Tenía la fortuna de estar estudiando en otro país, oportunidad que mucha otra gente no tenía, gracias al esfuerzo y apoyo incondicional de mis papás y hermanos. Así que lo mas inteligente era terminar lo que estaba haciendo y luego tomar decisiones, con ese cartón en la mano.
Ese cartón en la mano...
En esos primeros años como adulto profesional y responsable, fue cuando encontré mi vocación. Pero como todo en la vida, primero tienes experimentar algunos caminos errados para darte cuenta que por ahí no es. Trabajé en el área de consultorías ambientales durante algún tiempo. Ese oficio era prácticamente 80% en el escritorio y 20% en el campo. Enseguida me di cuenta de que esa utopía de salvar el planeta estaba muy lejos de la realidad, el capital y las utilidades estaban por encima de las medidas de protección del medio ambiente. La gota que derramó el vaso fue durante un viaje para realizar un Estudio de Impacto Ambiental en un lugar precioso de la Amazonía ecuatoriana. El trabajo era recopilar toda la información ambiental de esa zona para elaborar el Estudio y analizar la posibilidad de construir un puerto aledaño al río para almacenar tanques de petróleo crudo. Para mi sorpresa, cuando llegamos, el puerto estaba en construcción. El Estudio, me contaba mi jefe de ese entonces, se armaba de tal manera que los parámetros cumplan lo necesario para justificar la construcción del puerto. Desilusión total. Como todo joven idealista de veinte y tantos años, me decepcione de esa realidad y decidí irme a Sao Paulo a estudiar jiu jitsu.
Me contacté con mi profesor de jiu jitsu, el fundador y líder de Cohab Brasil, el maestro Everdan Olegario Da Silva. Tuve la inmensa suerte de vivir algunos meses con él en la meca del jiu jitsu. Mi misión era absorber todo el conocimiento posible en ese tiempo. En ese entonces Mestre Dan, como se lo conoce, tenía una moto negra marca Honda en la cual se movilizaba a todo lado y ahí estaba yo, detrás de él como sombra. Mañana, tarde y noche enfocado en entrenar y aprender jiu jitsu, nada mas. Aprendí, sobre todas las cosas, la importancia del equipo y ese instinto primitivo que tenemos de formar parte de algo mayor a nosotros. Entendí la importancia de la tribu.
Esos meses en la inmensa Sao Paulo me dieron una visión general para lo que quería hacer de mi vida. Con esa imagen viva en mi cabeza regresé al Ecuador y empezó la odisea de formar el mejor equipo de jiu jitsu del mundo, o morir en el intento. Me di cuenta que el arte marcial cumplía con todos los requisitos de la definición de una tribu: perduración de valores (respeto, disciplina, humildad) de generación en generación (los estudiantes avanzados tienen un papel importantísimo en la transmisión de conocimiento a los alumnos mas nuevos).
Una tribu puede estar formada en torno a criterios como la nacionalidad, etnicidad, religión ó también en torno a gustos mas abstractos como clubes de fútbol y gustos musicales. Mi tribu es el jiu jitsu. Está formada por hombres, mujeres y niños que aprenden a combatir la adversidad desde su primeros pasos dentro del tatami. Mi tribu es universal, no vemos raza, estatus social ni género. Solamente vemos el corazón y el carácter de los que se quedan, nada más. No nos importa si eres grande o pequeño, flaco o gordo, si aprendes rápido o lento, si ganas campeonatos o prefieres no participar. Lo único que nos interesa es quien queda al final del día. Quién tiene el carácter para mantenerse firme en el camino, a pesar de las lesiones, a pesar de las derrotas, ya que, amigos míos, el jiu jitsu es como la vida misma. La vida nos derriba, nos aplasta y nos quiere dejar de rodillas en el piso. Pero he aprendido que no importa cuantas veces te caes sino cuantas veces te vuelves a poner de pie.
Aprendí que el jiu jitsu es para todos, pero no todos son para el jiu jitsu.
ED
La Tribu tiene mas fuerza que la suma de fuerzas individuales de sus integrantes. Oss.