Encontramos un desayuno bufé por menos de $15 hace un par de semanas. Con la Pao somos cazadores de desayunos – como nos definimos alguna vez. No hay nada mejor que comer algo a media mañana y no volver a comer nada hasta la noche. Tuvimos suerte de coincidir con este gusto particular, ella y yo.
En fin. Esperábamos que vuelvan a llenar los contenedores de acero inoxidable con la insultante cantidad de comida que define al bufé, para que cada persona se sirve la comida a su gusto. Entonces, vimos llegar un grupo de universitarios que nos ganaron el primer lugar en la fila. Nos quedamos mirando, como estatuas, conscientes del grave error cometido al ver que ninguno de los dos hizo nada por correr como locos para comer primero. En ese momento pensé en nuestra humanidad, esa leve capa de civilidad que aún queda en nosotros, que evitó que salga corriendo a estrangular a los dos universitarios más grandes para intimidar al resto y coger nuestros platos de comida sin ninguna molestia.
Pero una vez que esa imagen pasó fugazmente por mi cabeza, ejercimos nuestro don de la paciencia y esperamos que los jóvenes devoren todo a su paso. Quesos, jamones, tostadas francesas llenas de miel que desbordaba los platos, tazas de café llenas hasta el borde, más queso, más jamón, más huevo. Una horda de primates adultos jóvenes, hambrientos, devorando el festín que se encontraba ante ellos. No los culpo. Yo hago todo eso igual. Ahora, y esa es justamente la hipótesis que quiero probar aquí. ¿Acaso el bufé refleja todo lo que está mal en la sociedad?
Una sociedad de mentira. Una sociedad que sobrevive gracias a una fina línea de civilidad. Esa misma linea que evita que nos matemos unos a otros mientras paseamos solemnemente ante una mesa larga llena de comida interminable hasta que pecamos de gula. Un festín que termina con nosotros indigestados en nuestras sillas, mirando los celulares con la mirada perdida, tratando de esconder los eructos y las flatulencias de manera sigilosa. Pensando en que quizás dentro de unos minutos de paciente espera, nuestro estómago sea capaz de recibir un plato más. Tan solo uno más. ¡Mira cuánta comida!
Alguna vez leí que en la naturaleza, los animales cogen solo lo necesario para sobrevivir. ¿Alguna vez viste un chimpancé acumulando más bananas de las que puede comer? La verdad es que yo no. Reconozco que mi conocimiento de estos animales se limita a unos cuantos documentales de National Geographic, por lo que no puedo hablar en calidad de experto. Sin embargo, recuerdo que leí que al final decía: “… a ese individuo se lo diagnosticaría con rasgos psicopáticos.”
Mientras observábamos a los universitarios devorar nuestra comida, le decía a la Pao, “Otros animales no tienen este tipo de lugares.” Luego pensé en aquellos cardúmenes de miles de peces pequeños que son devorados con un solo abrir de boca de una ballena. Entonces pensé, “si hay bufés en la naturaleza”.
ED
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