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He aquí una puerta abierta…

La Paz. Así le conozco toda la vida a la Parroquia Nuestra Señora de la Paz. Debo admitir que no soy un digno ejemplo de una persona devota. Sin embargo, en ese pequeño templo donde he llorado, también he conocido el valor de la vocación de servicio. He oído el eco de los nombres de seres queridos rebotar en esas paredes, ese eco que estremece el corazón y saca lágrimas que creías perdidas. Pero también he conocido La Paz – valga la redundancia – y el silencio arrullador dentro de esas mismas paredes.

He aquí una puerta abierta…


Estas palabras están inscritas en un mural enorme ubicado en el retablo de la iglesia. Es la única – que recuerdo – donde no hay una imagen de Jesús crucificado. En su lugar, cuelga un mural con la imagen de la virgen María, con una mano extendida, invitando a pasar por una puerta abierta.


He aquí una puerta abierta…


¿Una puerta hacia donde? Me he preguntado cientos de veces. Y por lo general, enseguida aparece la inquietante interrogante de a donde vamos cuando nos llega la hora. Siempre me pregunto si podré ver a mis seres queridos al otro lado de esa puerta, si acaso hay otra vida a donde migra nuestra alma y podamos encontrar el consuelo de hablar de las cosas que no hablamos, de dar los abrazos que no dimos.


El camino de la felicidad está trillado. Todos esos libros de autoayuda y talleres de coaching y reels motivacionales de Instagram que quieren convencernos de que el propósito de la vida es alcanzar la felicidad. Una competencia voraz por el estatus, un juego interminable de quien es más feliz, quien tiene el último modelo de iPhone, quien tiene mas likes, un juego absurdo pero que, de una u otra forma, todos estamos jugando.


Pero tal vez es la llave equivocada.


He aquí una puerta abierta…


No se si esa puerta nos lleve al cielo. Tampoco sé si esa puerta nos lleve a encontrarnos una vez más con las almas de aquellos que han partido antes que nosotros. De lo que si estoy seguro, es que la llave para esa puerta es el servicio, el ser útiles para las personas que nos rodean – conocidos y desconocidos.


A lo mejor, después de todo, nuestro propósito no es ser felices, sino servir al resto. A veces tenemos que soportar golpes tan duros como la misma ira de Dios para entenderlo.


He aquí una puerta abierta, para aprender a servir.


ED

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2 commenti


Ospite
22 lug

Belleza pura. Osss

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gadet2000
22 lug

Muy interesante


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* Las opiniones expresadas en este Blog son de exclusiva responsabilidad del autor y no necesariamente representan la opinión de COHAB Ecuador.

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