La Última Meritocracia
- ¡Hijo de puta! - me gritó el motociclista.
Un par de calles atrás me había roto el espejo retrovisor por andar como loco rebasando las filas de automóviles. Violentamente, aceleré mi coche hasta alcanzarlo y con un pequeño golpe de mi parachoques en la rueda trasera de su motocicleta, salió disparado directo al pavimento. Me bajé del carro y el se incorporó.
- ¡Hijo de puta, te voy a matar! - volvió a gritar.
Voy a pausar la historia ahí un momento - es una historia ficticia, la verdad no soy del tipo de personas que le gusta pelear en la calle. Sin embargo, historias así ocurren todos los días en todas partes del mundo ¿Por qué?
Un insulto como hijo de puta, puede desencadenar una pelea potencialmente mortal, dependiendo de qué tan herido quede el ego de los involucrados y el nivel de locura de los mismos. Es justamente esa personita arrogante y soberbia que vive dentro de todos nosotros la que reacciona a veces de maneras irrazonables, esa personita es el ego. En la historia anterior, ¿Por qué habría de ofenderse alguien por llamarle prostituta a su madre? Pues, si no es una prostituta, entonces se esta ofendiendo por la simple opinión desinformada de otra persona, lo cual es absurdo. En el caso de que si sea una prostituta, pues esta diciendo la verdad - después de todo la prostitución es el oficio más antiguo de la humanidad. Oficio que algunos quizás no compartan, pero oficio al fin. Ojo, no hablo solo de pararse en las esquinas en ropa provocativa, existe la prostitución en la política, en la educación, en las artes marciales y hasta en los deportes. Prácticas milenarias. En todo caso, el ego siente que debe probar un punto. No puede quedarse así nomás después que insultan a su madre.
A raíz de los cambios que ha sufrido el ser humano del siglo XXI en comparación con sus antepasados, es que suceden este tipo de acontecimientos. En el sentido de que toda la agresión primal se desfogaba a través de actividades como la caza de animales enormes y guerras tribales por el territorio. Actualmente la gente desfoga su ira peleando en las calles y a través de pantallas, en comentarios llenos de odio en Twitter y sermones moralistas en Facebook ¿Cómo entonces, puedes apagar el ego en estos tiempos modernos, en donde el ser humano se ha convertido literalmente en un animal de zoológico, viviendo un mundo digital completamente falso donde colecciona y amontona papeles imaginarios hasta el día en que muera?
Entonces al matar el ego, también abandonas esa fragilidad del ser que se ofendía con cualquier cosa y buscaba la aprobación de terceros. Te transforma en otra persona, más fuerte, más segura y más humana.
Hace quince años tuve la oportunidad de encontrar una herramienta que te ayuda a matar el ego, todos los días. Esa herramienta es el jiu jitsu. Los primeros meses - como en cualquier otra arte - filtran a gran cantidad de los nuevos aspirantes, pues es difícil aprender a dejar el ego fuera de las colchonetas. Tienes que aguantar el hecho de que una persona - de la mitad de tu peso y tamaño - te doble de maneras inimaginables y luego te estrangulen una y otra vez. Es algo sumamente humillante por lo que tienes que poseer el carácter suficiente para sobrellevar ese primer tramo del viaje. La ultima meritocracia. Así le llamo al jiu jitsu después de tantos años. Y es que lo más lindo del jiu jitsu consiste en que todo lo que logras ahí dentro es gracias a tu propio mérito y dedicación en búsqueda de la imposible perfección del arte. Puedes decir todo lo que quieras, pero día tras día tienes que demostrarlo en vivo, ahí al pie de guerra. Te obliga a enfrentarte a ti mismo de la manera más cruda que existe, una lucha cuerpo a cuerpo contra otro ser humano, por tu supervivencia. Entonces al matar el ego, también abandonas esa fragilidad del ser que se ofendía con cualquier cosa y buscaba la aprobación de terceros. Te transforma en otra persona, más fuerte, más segura y más humana.
El mundo actual te juzga demasiadas veces en base a títulos subjetivos, y cada día es peor. Ya me canso de ver el Dr. Mgst. Juan Pérez y la Ing. PhD. Juana de Arco. He repetido lo mismo una y mil veces: conozco imbeciles con doctorados y bachilleres brillantes, puedes comprar tus títulos y no por eso significa que tengas el conocimiento. El jiu jitsu mantiene - y espero que siempre sea así - el método contrario, donde cualquier reconocimiento viene en base a tu esfuerzo y dedicación al arte. Horas de horas de entrenamiento que ponen a prueba tu carácter para sobrellevar lesiones y fracasos. Entonces serás merecedor del reconocimiento. ¿Cuál es ese reconocimiento? Pues no es el cinturón, ni las medallas, sino el placer de conocerte a ti mismo.
Curiosa paradoja, pues el hecho de luchar hasta la muerte todos los días te devuelve la vida misma.
ED
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