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Writer's pictureEsteban Darquea Cabezas

Inflexión

Updated: 5 days ago

Me voy a la cocina para prepararme un café y mientras espero que el hervidor de agua termine su trabajo, observo por la ventana un atardecer espectacular. Las nubes se pintan con colores que parecen irreales, sacadas de un sueño. Ese color magenta intenso de repente me regresa a la realidad. La inmensa nube de humo que se eleva desde el Parque Nacional Cajas es la responsable de esos hermosos colores de este atardecer lleno de sentimientos encontrados.

 

Dicen que los incendios son provocados con fines políticos. Quizás esta teoría de fabricar incendios no sea tan descabellada. Hace poco leí que los motines sangrientos que tienen lugar en las cárceles de México, por ejemplo, son producto de un sofisticado juego de ajedrez cuyas piezas se mueven desde las altas e impenetrables cúpulas del narcotráfico y el gobierno. Entonces — si Ecuador ahora es el nuevo México — es una teoría creíble.


La falta de lluvia nos inunda de incendios incontrolables y falta de energía eléctrica durante horas, en todo el país. Recuerdo un hecho que leí hace poco, que tuvo lugar hace millones de años, 263 millones, para ser más exacto. El Episodio Pluvial del Carniano (EPC), fue un periodo en la historia de nuestro planeta en el que no paró de llover durante un período de entre uno y dos millones de años.


Dos millones de años de lluvia, ¿te imaginas?





Carajo. En medio de esta sequía salvaje de 117 días, se me ocurre descubrir este episodio. Obviamente, mi imaginación no esperó para simular esta posibilidad ¿Qué sucede si mañana empieza a llover y no para durante un millón de años? La vida como la conocemos desaparecería, una nueva extinción masiva. Bien decía Darwin que no es la especie más fuerte, si no la que mejor se adapta a los cambios la que sobrevive, ¿no? Pues en este momento, estamos en ese punto de inflexión que nos obliga a comprobar esas palabras. Adaptarnos o morir. 


El camino al infierno parece el cielo, suelen decir. Y que el camino al cielo parece el infierno. Lindo juego de palabras, ¿no? 


Benditas palabras.


Durante gran parte del siglo pasado y éste que vivimos ahora, lo hemos hecho en mejores condiciones que reyes europeos del pasado. No pienso discutir este hecho, pues hay suficiente información que lo corrobora. El pensador norteamericano, Steven Pinker, lo detalla en su libro Enlightment Now. Pero, a raíz de su extraordinario trabajo, es que me atrevo a decir que el camino al infierno parece el cielo, en nuestro andar como seres humanos. Pienso en las montañas rusas de los enormes parques de diversiones; el vagón sube lentamente al son de un angustiante clic, clic, clic, clic, hasta llegar al punto de inflexión. Pienso que nos encontramos en ese punto, en el que inevitablemente todo baja. Hay vértigo, hay cambios, hay ansiedad, hay miedo. Solo quien mantiene la calma y se adapte, prosperará.


Veo personas sentadas en las bancas de los parques, con el cuello encorvado y las manos atadas a un pequeño aparato electrónico. A su lado, yacen fundas plásticas con comida chatarra que compraron por menos de tres dólares. Se embuten la comida mientras sueñan despiertos, buscan una mejor vida a través de una pantalla. No se dan cuenta que la vida les pasa alrededor de ese aparato ¿Sabrán estas personas que para producir su smartphone se necesitan 75 kWh, lo que equivale a la energía usada por un refrigerador por 30 días?

 

Una paradoja macabra sin duda. Todas esas horas que pasan en el celular compartiendo historias inspiradoras para detener los incendios, son posibles gracias a grandes extensiones de tierra que fueron incendiadas y minadas al otro extremo del planeta, para obtener el litio, el cobalto y el níquel. Todos estos elementos, además de una cantidad absurda de agua, se requieren para que tengan el iPhone necesario para protestar contra el capitalismo salvaje. No encuentro una mejor definición de ironía. 


El planeta agoniza, y ni qué decir de la deshumanización, el odio, la violencia, la migración, las epidemias y los putos delincuentes de cuello blanco que creen que van a vivir para siempre. Queda en cada uno de nosotros convertirnos en la luz que resplandece en medio de la oscuridad. 


Como siempre, existen dos bandos. Unos dicen que: después del fuego, de entre las cenizas, renacerán mejores cosas. Otros, que nos debemos extinguir para que el planeta se recupere. Dicho de otra manera: extirpar el cáncer desde la raíz. Durante toda nuestra existencia hemos vivido rodeados de historias que rescatan el heroísmo y el romance por sobre la maldad y la destrucción. Arquetipos de historias que han guiado a la humanidad por milenios: el bueno y el malo, Dios y el diablo, Zeus y Hades, derecha e izquierda, liberales y conservadores, blancos y negros, sur y norte, este y oeste.


Me gustaría predecir que ganarán los buenos, pero es demasiado simplista decir esto. Después de todo, hay dos cosas que limitan esta predicción: la primera es definir quienes son los buenos y, segundo, resulta difícil ganar un juego que no tiene fin. 


Solo me queda repetir la idea central de Darwin; o nos adaptamos, o morimos. 


ED





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