Todos tenemos nuestro Lado B. Ese oscuro lugar donde habita el monstruo que llevamos dentro. Me lo pueden negar, pero bien saben que existe y puede salir en cualquier momento. No estoy acusando a todos de ser unos psicópatas, me refiero a ese monstruo que sería capaz de hacer justicia por mano propia contra el asesino de un ser querido. Ese monstruo que no dudaría en meterle una bala entre ceja y ceja al violador de un infante o lanzar al abismo al delincuente que apuñaló a una anciana por quitarle su cartera. Aquel monstruo que - cuando sale - nos obliga a poner sobre la balanza nuestra percepción del bien y del mal.
¿Qué está bien? ¿Qué está mal? ¿Es malo matar? Desde cierta perspectiva, sí. Pero que sucede cuándo el asesino del ejemplo anterior, resulta ser el asesino de tu madre, de tu padre. ¿Lo juzgarás con la misma vara? ¿Ojo por ojo? ¿Matarías al hombre que asesinó a tu familia? Preguntas complejas sobre un tema aún más complejo.
El monstruo también sale a través de las palabras, no solamente en forma de violencia física. Imaginen unos padres abusivos que a través de ese abuso psicológico, mediante insultos y emociones negativas, merman la confianza de un niño. Esto termina siendo igual o más dañino que una golpiza. Ese monstruo sale hasta por los poros, como olla de presión. Lo ideal es aprender a liberar la presión lentamente, poco a poco, sin dejar que llegue el estallido.
Ese monstruo antiguamente era liberado y domado todos los días, cuando nuestros antepasados rondaban la tierra con un único objetivo: sobrevivir. Hoy tenemos todo demasiado fácil, vas al supermercado, compras todo lo que necesitas y listo, así de simple. Sin sangre, sin gritos, sin tener que mirar dentro de los ojos del animal que va a perder su vida a cambio de garantizar la tuya, por un día más de vida. Por lo tanto, ahora que ya no tenemos esas actividades que mantenían al monstruo en vilo ¿Por dónde sale? Femicidios, violencia callejera, tiroteos en escuelas, redes sociales, estallidos sociales.
"Es difícil respetarte a ti mismo hasta que te salen dientes." J.P.
Vivimos la época mas gloriosa del ser humano y al mismo tiempo nos cubre una profunda crisis de ansiedad y soledad nunca antes vista. Jóvenes, casi niños, que llegan a sus colegios armados con rifles de asalto semiautomáticos disparando proyectil tras proyectil, una y otra vez contra compañeros y profesores. Hay monstruos sueltos en todo lado. He conocido gente irascible, que se enoja y hace alboroto por cualquier cosa. Prefiero mantenerme lejos de esas personas, por salud mental. De cierta manera se dan el modo de crear un ambiente tenso y desagradable donde sea que se encuentren. Entrena jiu jitsu - les digo - te va a traer paz- les doy una tarjeta de la academia y me retiro. Algunos llegan, la gran mayoría no. Imagino que prefieren calmar el monstruo con alcohol y fiestas. Seguramente lo podrán maquillar durante algunos meses, quizás años, hasta que explotan en la fiesta de navidad o en el bautizo de su hijo. Quien sabe.
Las artes marciales son una herramienta poderosa que sirve para mirar al monstruo directo a los ojos y domesticarlo. -Es difícil respetarte a ti mismo hasta que te salen dientes- dice Jordan Peterson, profesor de Psicología de la Universidad de Toronto, al referirse a las teorías de Carl Jung acerca de la integración de las sombras dentro de nuestra personalidad. Esa sombra es nuestro monstruo. Las personas que dicen ser pacíficas, sin tener la habilidad necesaria para ser violentos, no son pacíficas, son inofensivas. La mayor paradoja en este camino de las artes marciales es que, por lo general, mientras mas habilidad tenga una persona para ser violenta, mayor será su voluntad para mantener paz y calma en cualquier situación.
Por eso les dejo un consejo: cuídense. Encuentren una actividad que les permita liberar ese monstruo periódicamente. Cada vez que salga, agárrenlo de los pelos, mírenlo a los ojos y aprendan a domarlo; por que a la final, nuestra mayor virtud reside en la capacidad para controlar el monstruo, no en ignorarlo.
ED
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