- Puedes usar las historias de tanta gente diferente que ha pasado por la academia para escribir algo- me sugirió con esa enorme sonrisa mi gran amigo y alumno de jiu jitsu, Erick.
Erick es uno de los tantos estadounidenses que han llegado a la ciudad de Cuenca. La tranquilidad que se respira, su centro histórico, los cuatro ríos que la atraviesan y la amabilidad de los cuencanos convierte a esta ciudad en un destino ideal para miles de personas de alrededor del mundo. Policía retirado, ex miembro del equipo táctico SWAT del estado de Florida y que a sus 50 años puede tranquilamente someter a jóvenes de 20. Erick tenía razón, estos años en el jiu jitsu han venido cargados de cientos de experiencias enriquecedoras y todas ellas tienen un elemento en común, las personas.
Mis primeros años dentro de las artes marciales fueron muy caprichosos, persiguiendo medallas y trofeos, pensando que ese era el fin de mi odisea en este nuevo mundo que había descubierto. Qué tan lejos estaba de la verdad!
Los trofeos y las medallas se llenarán de polvo en alguna bodega, dentro de algún cartón o terminarán como pisa papeles en una oficina. Las lecciones en cambio, quedan para siempre. El aprendizaje se convirtió en el eje central de mi odisea con el pasar de los años. Fue en ese entonces cuando un gran amigo me introdujo a la historia de Josh Waitzkin, niño prodigio del ajedrez y múltiple campeón nacional de E.E.U.U. en esta disciplina. Su libro The Art of Learning me abrió los ojos a un mundo vasto y lleno de conocimiento. Comienza con sus inicios en el ajedrez jugando con adictos y alcohólicos en el Washington Square Park de la ciudad de Nueva York y se va adentrando en ese viaje y aprendizaje interior que lo llevó a estar en la élite del ajedrez mundial. A medida que avanza el libro, Waitzkin relata ese viaje interno para llegar a un óptimo desempeño y cómo utilizó esos mismos principios de aprendizaje para estudiar el tai chi y el jiu jitsu brasilero.
Una de las primeras lecciones que uno aprende como profesor, es que la diferencia entre hacer y enseñar es abismal. Estos catorce años dentro del jiu jitsu me han dado la oportunidad de viajar, conocer y entrenar con atletas de alto rendimiento, algunos campeones mundiales en sus disciplinas, pero que no poseían una gota de habilidad para transmitir sus conocimientos a otras personas. Entonces empecé a fijarme en el backstage, en aquellos personajes detrás del telón, los que están en las sombras, escondidos de las cámaras y lejos de los laureles y la fama, cumpliendo el rol que tenía Aristóteles con el joven Alejandro Magno.
Mi misión como entrenador, es utilizar el jiu jitsu como herramienta para que todas las personas que atraviesen las puertas de la academia alcancen su máximo potencial como seres humanos. Algunos de ellos se han convertido en excelentes luchadores de jiu jitsu, han ganado medallas y trofeos y he tenido la suerte de estar ahí con ellos en el podio, derramando lágrimas de alegría por la misión cumplida después de tanto sacrificio en el entrenamiento. Sin embargo, las más grandes satisfacciones han llegado de experiencias mas humanas. Ese adolescente que llegó con severos problemas de auto estima y después de algunos meses de jiu jitsu, cambió radicalmente su semblante y ahora camina con la frente en alto, seguro de sí mismo. También recuerdo esa joven alumna que llegó a la academia en busca de esos pedazos que había perdido a causa de largos años en una relación tóxica y abusiva. Y así como una planta recupera su vigor con un poco de agua y cariño, ella fue volviendo a la vida, liberando poco a poco esa fuerza interior que las circunstancias de la vida habían enterrado.
"... de cuánta verdad es capaz un espíritu? Esta fue siempre para mi la mas precisa y valiosa medida... Toda conquista, todo paso adelante, en la senda del conocimiento, es fruto de un acto de valor, de dureza contra si mismo, de propia depuración." F. Nietszche
Entendí que para enseñar hay que aprender. Ahora dedico toda mi energía en aprender a ser el mejor entrenador posible. Enseñar significa ponerte en el puesto de la otra persona, aprendes el poder de la empatía. Un buen profesor no puede solo enseñar lo que a él le sirve, tiene que encontrar una llave maestra, un principio único que pueda aplicarse a todas las situaciones y con todos los alumnos.
He adoptado una manera de aprender en base a conceptos. Y éste es el método que aplicamos para enseñar jiu jitsu en la academia. Utilizo la siguiente analogía: Les pido imaginar que el concepto es una canasta, dentro de esa canasta ponemos unas pelotas. Las pelotas son las técnicas propias del arte marcial. Sin la canasta, estarían tratando de mantener un montón de pelotas en el aire. Los conceptos (la canasta) son los que dan sentido a la función de cada técnica. De esa manera entendí que podemos enseñar y repasar conceptos independiente del nivel de cada estudiante. La única diferencia entre un estudiante avanzado y un novato, será cuantas pelotas tienen en su canasta. Si los conceptos están claros, solo necesitan la disciplina suficiente para ir a la academia todos los días y practicar una y otra vez las técnicas, hasta que éstas se vuelvan automáticas y se parqueen en el subconsciente.
El cinturón negro de jiu jitsu significa aproximadamente diez años de entrenamiento constante. El mismo tiempo que le toma a una persona especializarse como neurocirujano u obtener su PhD en Economía. Aquellas personas que alcanzan el cinturón negro de jiu jitsu, generalmente tienen el temple y el carácter para soportar cualquier desafío que la vida les presente. Siempre repito durante las clases que el cinturón es un símbolo que a fin de cuentas solo sirve para amarrarse el kimono, el auto conocimiento es el objetivo final. Desde que abrimos la academia han pasado alrededor de quinientos alumnos y menos del 1% de ellos han soportado el duro y a veces ingrato camino del jiu jitsu.
Gracias a ellos me mantengo firme y fuerte en la búsqueda de ser un mejor profesor, y quien sabe, a lo mejor en ese viaje salga también como un mejor ser humano.
ED
Mejoramiento Continuo