Estas palabras salen desde la paz que trae el silencio y la laguna. Laguna que se encuentra dentro del Macizo del Cajas, un área de aproximadamente un millón de hectáreas que alberga una exuberante diversidad biológica al sur occidente del Ecuador. El Cajas — como se lo conoce comúnmente— fue declarado Reserva de la Biosfera por parte de la UNESCO en el año 2010. Caminamos a través de un bosque de pinos y luego una larga pendiente hasta llegar a la laguna. Una vez que pasamos el pico más alto de esa primera cumbre, apareció el inmenso cuerpo de agua.
Lejos de los atroces ruidos de los vehículos, especialmente camiones — cuyos dueños creen que mientras más ruido haga su destartalado vehículo, mejor. Lejos de toda esa aberrante civilización que hemos creado, la laguna nos recibe con sus serenas aguas que forman unas ondas casi imperceptibles. Opuestas a las salvajes olas de los mares, las cuales son capaces de transformar piedras en arena, durante millones de millones de años de un persistente golpeteo. El mismo elemento, el agua, logra ser dos fuerzas opuestas simultáneamente: caos y calma. Aquí nacen estas palabras, llenas de felicidad y tristeza al mismo tiempo. Felicidad por el presente, por la bendición de mi familia, por una vida muy generosa y una inmensa tristeza al mismo tiempo al saber que en un futuro — no muy lejano — todo esto será parte de un recuerdo, plasmado en palabras y transformado en nostalgia para los no nacidos.
Estas palabras son para aquellos que no podrán sentir el viento frío en sus mejillas y el páramo bajó sus pies. Tendrán que hacerlo conectados al metaverso. Seguro habrán en ese entonces, herramientas sensoriales que se conectan a un computador y les permitirá — aunque sea de esa forma — sentir y observar estas maravillas. Cerrar los ojos mientras estas observando al cielo y sentir ese calor y ver la luz, a pesar de que los tienes cerrados, es inexplicable. Si creen en Dios — o algún poder superior — pueden sentirlo en esos momentos. El silencio, a la orilla de una laguna mientras una manada de caballos salvajes te miran, desconfiados, desde el otro lado, de cierta manera te hace pensar en aquello, en lo invisible, en lo mágico, en lo sagrado. Hasta el más ateo de los ateos levantará alguna plegaria en esos momentos. Recuerden las palabras de Meister Eckhart: Si la única oración que dices en toda tu vida es gracias, será suficiente.
Estas palabras son para disculparme, en nombre de todos los seres humanos que existen y han existido. Que nos perdonen por la soberbia y la arrogancia de esta raza que ha pretendido dominar esta peculiar roca que flota en medio del espacio frío y oscuro, en lugar de querer coexistir con ella. Que nos perdonen por crear un sistema donde los delincuentes matan y la gente honrada va presa. Que nos perdonen por la falta de empatía y la incesante negligencia que ha puesto en jaque nuestra relación con el resto de seres que habitan la Tierra y con ello, nuestra propia existencia.
Dicen que no debemos negar la tecnología. Dicen que debemos ser amigos de ella y acostumbrarnos a que llegó para quedarse. Quizás sea así. Además, de qué sirve irse en contra de una ola, de qué sirve irse en contra del mar cuando lo único que tienes son tus dos brazos para nadar contra él. En este sentido, debemos ser lo suficientemente humildes para reconocer que dentro de cien años, ni ustedes ni yo estaremos aquí. Entonces, toda aquella resistencia ante lo que viene habrá sido en vano. Los no nacidos vendrán a un mundo inventado — como el nuestro seguramente ¿no? — y será lo único que conozcan. De la misma manera en la que el agua de un río fluye incesantemente y no vuelve a pasar por el mismo lugar nunca más. Así nosotros, nuestros padres y abuelos y también quienes vendrán después tampoco volverán al mismo punto en este largo y confuso invento al que llamamos tiempo.
Siento mucho si estas palabras les dejan un sabor distópico y pesimista. En realidad, mi pretensión es todo lo contrario. Son palabras que se ajustan a la realidad de la mejor manera posible. Solo trato de entender lo que nos depara el futuro. Esta carta es para ustedes, los no nacidos. Quizás dentro de cientos de años encuentren estas palabras flotando por un universo digital. Y si las encuentran y las están leyendo, quiero contarles que la brisa era fría, el páramo bajo los pies descalzos era suave como una almohada y el sol atravesaba los párpados cuando cerraban los ojos.
Si la única oración que dices en toda tu vida es gracias, será suficiente — Meister Eckhart
ED
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