Mírate las manos. Ahora, tócate los dientes con la lengua. ¿Te sientes amenazado? No, ¿verdad? Y es que nosotros, los humanos, no tenemos grandes garras como los osos, ni tres filas de afilados dientes como los tiburones, y sin embargo tenemos una herramienta mucho más poderosa: un cerebro grande y eficiente. Esta supercomputadora orgánica es capaz de procesar información y deshilarla a velocidades sorprendentes, más que cualquier otro animal, llevándonos - como especie - al tope de la cadena alimenticia. Y si, es un hecho, el ser humano no tiene un depredador natural. El sentido común y miles de años de evolución nos han enseñado que si no quieres que te ataque un oso, aléjate de su territorio y si te dan pánico los tiburones, mejor si te quedas dentro del bote. En cambio, es muy difícil evitar el encuentro con otros seres humanos, y de estos sí debemos tener cuidado.
"Chimpancés con AK-47" escribí en el chat familiar hace algunos días, refiriéndome a los humanos. Esta burda definición de mi parte surgió a partir de un mensaje de mi hermano mayor, que decía:
¿Se acuerdan cuando se pensaba (antes de la existencia del internet) que la causa de la estupidez colectiva era la falta de acceso a la información? Bueno, pues... no era eso.
Un enunciado muy certero, ya que efectivamente, solo por tener más información no significa que un individuo sea más inteligente, más pensante ni más racional. Entonces, recordé una escena de aquellas películas distópicas, en donde los simios dominan el planeta y tienen a los seres humanos encadenados, en largas filas, guiándolos hacia los campos de trabajo forzado, repartiendo latigazos e insultos. En ese momento pensé - y escribí: "Chimpancés con AK-47". Injusta definición de mi parte, pues no creo que un chimpancé sea capaz de componer la Danza Húngara # 5, o esculpir las Animas de Bernini. Así que vociferé mis disculpas silenciosas y reitere mi profundo respeto hacia la raza humana - con algunas justas excepciones.
Violencia en masa
Quizá uno de los episodios de violencia más angustiantes que he vivido fue en Octubre de 2019, durante el estallido social en Ecuador. Estábamos en Quito con Paola y salimos a pasear, pues no queríamos quedarnos encerrados dentro del departamento. Sin percatarnos de la gravedad del asunto, nos dirigíamos hacia el parque de la Carolina, el pulmón central de la capital ecuatoriana. En ese momento, nos invadió el terror cuando alcanzamos a ver a lo lejos, las hordas de manifestantes violentos que venían gritando y pitando, cientos, miles de ellos en camionetas, a toda velocidad hacia nosotros. La situación se había transformado, de una protesta social a un vandalismo violento que dejaba una estela de destrucción y caos. Quince años de artes marciales me han enseñado a confiar en la intuición sobre todas las cosas, así que después de cruzar miradas por un segundo con Pao, dimos media vuelta y regresamos al departamento.
Regla #1: La mejor forma de ganar en una situación de violencia, es evitar una situación violenta.
La ignorancia y estupidez, esa mezcla peligrosa dentro de una horda de gente es más aterradora de lo que uno se imagina. Basta con ver videos de las barras bravas del futbol en todos los rincones del planeta o los asesinatos en las cárceles de países como el nuestro, para ver hasta que punto llega la violencia humana.
Violencia digital
En el año de la pandemia, 2020, reactive mi cuenta de Twitter. Lo hice por que quería enterarme de las noticias más recientes, pero al mismo tiempo, necesitaba filtrar las noticias que me llegaban, sobre todo en aquellos primeros meses en los que buscaba blindarme del principal enemigo en ese momento: el miedo. Esta plataforma social, cuya curiosa política de mensajes cortos de no más de 140 caracteres, se convirtió en un ventanal para observar el comportamiento de los seres humanos en un hábitat digital.
Insultos y comentarios de odio, sin fundamento y con una ortografía miserable, inundan Twitter. A pesar de ello, sigo usando esta plataforma por tres razones: en primer lugar, las noticias. En segundo lugar, para ver resultados del circuito mundial de tenis profesional. Y finalmente, como una especie de zoológico digital en donde puedo observar a las personas desatar violencia a través del lenguaje, sin el riesgo de recibir una paliza. Es muy curioso observar esto, pues siempre queda la duda de como se comportarían si tuvieran a la otra persona frente a ellos.
Violencia análoga
Me refiero a la violencia más primitiva. Aquella violencia que vemos en la naturaleza, cuando, por ejemplo, una hiena se acerca a los cachorros de una leona. Aquella violencia que nace desde lo mas profundo de nosotros, como animales que somos.
¿Recuerdan que no tenemos garras, ni dientes poderosos para defendernos? En ese caso, permítanme recomendarles el Jiu Jitsu. Pues así como aquellos individuos que van de casa en casa predicando el nombre del Señor, yo soy misionero del Jiu Jitsu. Si hablamos de violencia, tenemos que lógicamente hablar de que lo mejor en un caso así, es controlar los niveles de violencia. El Jiu Jitsu te permite neutralizar una situación sin lanzar un solo golpe, te enseña a apagar el fuego con agua, a diferencia de la tradicional solución del homo sapiens que consiste en lanzar un galón de gasolina al problema.
Y sin embargo, no importa lo maravillosas y efectivas que pueden ser ciertas artes marciales en materia de defensa personal, no puedo dejar de pensar en el asesinato de Leandro Lo, un ídolo del Jiu Jitsu. Un atleta carismático y querido, además de ser un individuo de ochenta kilogramos de puro músculo y competidor elite dentro de su profesión. La semana anterior recibió un disparo en la cara mientras atendía una fiesta en la ciudad de São Paulo. El incidente ocurrió luego de un altercado físico con otro individuo, que resultó ser policía. Henrique Otavio Oliveira Velozo, oficial de la policía militar de São Paulo, disparó su arma de fuego y atravesó la cara de Leandro de un balazo, acabando con su vida. El Jiu Jitsu tiene el potencial de salvar vidas, pero no necesariamente por las técnicas propias del arte, sino por que te enseña a evitar conflictos y a generar conciencia de tu entorno.
Y aún así, a pesar de todas las horas dedicadas al entrenamiento marcial, no existe ningún método, ningún secreto, ninguna magia que te defienda contra un disparo de una 9mm en la nuca.
He quedado atónito y aterrado de mi propia especie.
¡Descansa en paz, campeón!
RIP
Leandro Lo (1989-2022)
Oooosss sensey